Osamu Tezuka, el Dios del Manga



Es difícil no hablar del manga sin mencionar a este personaje quien es responsable de la concepción del manga como actualmente lo conocemos.

Dibujante de historietas y animador japonés, al que a menudo se le llama el ‘Padre del Manga’ o incluso el ‘Dios del Manga’ (manga no kamisama) debido a la calidad de su prolífica producción y a la influencia de sus técnicas, abandonó las historietas, que apenas ocupaban unas viñetas, por los story manga (o mangas de larga duración con una trama mucho más elaborada), además él desarrolló el formato tankoubon (del cual se hablará en otra ocasión), que actualmente triunfa en todo el mundo para la edición del manga.

Nacido en Osaka el 3 de noviembre de 1928, y fallecido en Tokio el 9 de febrero de 1989, tuvo una familia en la cual era el hermano mayor de tres. Por el lado de su padre tenía legado de médicos; su padre se dedicaba a la metalurgia y su abuelo paterno a la abogacía; su madre tenía tradición militar. Aunado a esto tenía una buena situación económica.

Fue una persona entusiasmada por el género de la animación, comenzó a dibujar cuando aún era un niño y también tenía un gusto por coleccionar insectos y hacer registros de ellos. La segunda guerra mundial marcó un efecto en él, lo cual afrontó con un lado sensible y procuró transmitir con sus dibujos mensajes optimistas y humanitarios.

Sus estudios universitarios los inicia en 1946 a los 18 años ingresando a la escuela de medicina. Sin embargo al terminar tuvo que decidir entre ejercer su profesión o dedicarse al dibujo manga.

Finalmente su decisión se inclina hacia el dibujo manga y en Japón renta una pequeña habitación en una serie de apartamentos llamados Tokiwa. Este edificio se inauguró en 1952, al año siguiente, el primer mangaka en mudarse sería Osamu Tezuka a la edad de 25 años, que decidió dejar Takarazuka (un pueblo vecino de Osaka) para mudarse a Tokio, y así estar más cerca de las editoriales.

Hiroo Terada, un modesto autor que publicaba en la revista Manga Shônen, y que acabaría convirtiéndose en uno de los pilares fundamentales de la comunidad mangaka de los apartamentos, llegó poco después. No sabemos si fue por casualidad o no, pero acabaría en la habitación contigua a la de Tezuka. Durante un año serían los dos únicos autores de manga de los apartamentos, pero esto iba a cambiar pronto. El edificio fue demolido en 1982 y actualmente es el edificio de una casa editorial.

El motor del éxito del cómic a partir de los años cincuenta fue él, ya que es responsable de docenas de mangas de alta calidad y popularidad. Tezuka se anota su primer éxito a los 19 años con Shin Takarajima (La nueva isla del tesoro), una adaptación del clásico de Robert Louis Stevenson. Shin Takarajima es el primer título de lo que se ha denominado después story manga, el cual ejerció influencia en toda una generación de futuros magakas. Algunos de ellos son: el dúo Fujiko Fujio, Shôtarô Ishinomori, Fujio Akatsuki, todos ellos tocados por la mano de un Dios, el del manga, que no solo les inspiró, sino que acabó reuniéndoles casi sin querer bajo un mismo techo, en los llamados “apartamentos del manga”: Tokiwa.


Más que el contenido, la clave de su éxito empresarial fue el formato akobon, o libro rojo, las cuales eran publicaciones cerradas (no serializadas) de baja calidad, con portadas impresas con tinta roja y a precio reducido.

Debuta en 1946 con Ma-chan no Nikkichô, una serie de tiras cómicas de cuatro viñetas (4koma). Pero al año siguiente es cuando publica la obra que cambiará la historia del manga, iniciando el año cero del manga moderno. En 1947 aparece La nueva isla del tesoro, una obra en la que Tezuka muestra una novedosa narrativa visual, de influencia cinematográfica, usando un gran número de viñetas para describir breves escenas, de forma que consigue ofrecer al lector la sensación de movimiento. El guionista del manga se pone las manos a la cabeza al ver la cantidad de páginas que ha utilizado Tezuka, y recortará sin piedad la obra original. Aun así, lo que llega a publicarse es suficiente para crear una revolución, e inspirar a decenas de niños para que se dediquen al manga. Años después, Tezuka redibujará de memoria todo el manga, para subsanar lo que el despiadado guionista había hecho con su obra original (y esa es la versión publicada en español). Hoy en día en Japón se encuentra desde 2009 una edición facsímil de la versión que llegó a las tiendas en 1947.

A partir de ese momento se suceden una serie de obras que son actualmente algunos de los grandes clásicos, no solo de Tezuka, sino del manga en general. Ahí están Metropolis, Lost World, Next World, o Jungle Taitei, otro de los grandes éxitos del maestro. Pero si hay un personaje icónico de la época, ese es Astro Boy. Algunos consideran que la gran aceptación que tienen los japoneses por los robots se debe en parte al manga y el anime de Astro Boy, demostrando la influencia que podía llegar a ejercer un manga en esos tiempos, y lo hondo que caló entre los japoneses dicho personaje. Durante la década de los cincuenta, Tezuka también tuvo tiempo para reinventar el manga para niñas, dando el pistoletazo de salida para shôjo argumental con La Princesa Caballero. En dicha obra es donde mejor se puede apreciar la influencia que tuvo el teatro de Takarazuka en el autor, y la más evidente muestra de ello es que la protagonista es una chica que ejerce el papel de chico. Muchas autoras de shôjo reconocieron luego el impacto que supuso para ellas esta obra, y si uno se fija en hits del shôjo como La Rosa de Versalles, es más que evidente.

En los años sesenta, aunque Tezuka no deja de dibujar manga en ningún momento, inicia un proyecto que probablemente llevaba años esperando. Después de una mala experiencia con los estudios de animación de la Toei, decide crear Mushi Production, su propio estudio de animación. Como no podía ser de otra forma, uno de sus primeros trabajos es la adaptación al anime de sus propias obras, como Astro Boy o La Princesa Caballero. De hecho, Astro Boy fue una serie pionera en muchos aspectos. Es la primera serie de anime para televisión (aún en blanco y negro), y las técnicas de animación que utiliza y le requieren las circunstancias (especialmente para ahorrar tiempo y costes), se han dejado notar en la industria del anime durante décadas. Por desgracia, la aventura de la animación no acaba de funcionar del todo bien para Tezuka, y los estudios terminan cerrando en bancarrota en 1973.

Las décadas de los sesenta y setenta fueron gloriosas y revolucionarias en muchos aspectos para el manga y el anime en general, y cierto es que Tezuka siguió generando grandes éxitos. Pero seguramente, si hubiese echado la vista atrás, habría añorado los más placenteros años cincuenta. A los problemas de Mushi Pro hay que sumarle cierta desafección que empezaron a sentir algunos de sus lectores, porque consideraban que Tezuka se había estancado en el manga para niños. Fue en los sesenta cuando el gekiga (después ya transmutado en seinen) explotó de verdad, los niños que habían crecido con las obras de Tezuka ahora pedían historias más adultas, pero el maestro no estaba dispuesto a ello. Cuentan que incluso llegó a mandar una carta a los autores abanderados del gekiga para que desistieran en su empeño de crear manga para adultos. De esa época, cuentan que Tezuka estaba realmente irritable e incluso violento, llegando a necesitar ayuda profesional.

Pero como un fénix, Tezuka renació de sus cenizas (aunque quizás estamos exagerando). En clara reacción a la publicación de la revista Garo (referencia en cuanto a manga para adultos), Tezuka creó la revista COM, donde empezó a publicar sus obras más maduras, entre ellas Fénix, la que él consideraba la obra más importante de su vida. De esos años, considerados como la “época oscura” de Tezuka, podemos destacar algunos títulos publicados en español como Oda a Kirihito, Ayako, Buda, El libro de los insectos humanos o MW. Pero más allá de obras más o menos cortas, fue también en los años setenta cuando Tezuka crearía una de sus últimas series largas: Black Jack. El editor que le hizo el encargo pensando que el maestro estaba en horas bajas, quiso darle la oportunidad de publicar su canto del cisne, una última gran obra que debía tener lista en apenas cinco semanas. La sorpresa fue mayúscula cuando Black Jack se convirtió en uno de los mayores éxitos de la carrera de Tezuka, creando otro icónico personaje para una serie que se alargó diez años. Además, al terminar esta, Tezuka se lanzó a crear Adolf, una de las obras más celebradas por la crítica extranjera.

Su obra es de las más extensas en el mundo del cómic, y los éxitos y aportaciones al manga son inestimables. Era un personaje particular, con un carácter difícil, pero está claro que era un auténtico enamorado de su profesión. Según dicen, sus últimas palabras antes de morir por un cáncer de estómago en 1989 fueron: “Se los suplico, dejadme trabajar”.

 

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